Prosas de dormida

Si la respiración dentro de una conciencia ajena (“mi psiquis, cueva…”, escribe Girri) nos sacara de veras de la previsibilidad anhelante de lo propio, Prosas de dormida es uno de los recuentos –en el sentido de travelogue– más ricos que ha producido la literatura argentina de los últimos años (donde, a su vez, por las recurrencias de unas ideítas que, cuando son feas, cuando no flotan, se agrandan, se convierten en “ideotas”, plantas de Oliverio desplazadas, y se marchitan), tanto en dirección al cuidado de la introspección y la subjetividad en sus hallazgos, que van a ser al fin un trofeo (trofeos de la introspección, digamos, ya que la subjetividad solo podría ofrecer, si despertara, opiniones), como en el de la apertura de juego, que de unos años a esta parte viene apretujándose en un rincón sin tronera de la mesa de paño. De ahí el afán.

Luis Chitarroni