El rayo

Es sabido, se escribe siempre para un fantasma. Y en el caso de una autobiografía, habría que decir que dicho fantasma sería total, perfecto, inapelable, sin dejar de ser el más inasible y pleonástico de todos, ya que se trataría del fantasma de la propia vida.

Pero, El rayo ¿es una autobiografía? Ciertamente sí, pero es también otra cosa, porque hablamos de Lydie Dattas, vale decir, hablamos de una de las grandes figuras de la actual literatura francesa, hija de un organista de Notre Dame y de una actriz dramática; que se educó en un liceo francés en Inglaterra, cuando su familia residía allí; que regresó a Francia sola, siendo apenas una adolescente; que escribió sus primeros poemas a los trece años; que abandonó muy pronto los corredores académicos para reeducarse en las gradas de una carpa circense; que experimentó en carne propia el duro mundo tribal de los clanes gitanos, estando casada durante mucho tiempo con un artista de circo, sin renunciar jamás a su propio linaje espiritual, no menos maldito que el de su marido; que derribó en su día, con una prosa lírica, fulgurante, la fortaleza misógina de Jean Genet…

Esta es Lydie Dattas y esto es El rayo: imaginación verbal de pura cepa lírica, palabra afinada como un látigo, salvaje como el olor de un tigre en la maleza; poesía escrita en una lengua áspera, insolente, indecente, fuera de toda confesión, exenta de todo melindre, como la que iniciara Rimbaud con su “alquimia del verbo.”

Y como la misma Dattas atestigua en este libro: la única “directora de esta academia bárbara es la vida, y la asignatura impartida: una dicha ardiente como una teología bestial.”